Su sordera no impidió que su alma escuchara el latir, el sentir de lo que estaba ocurriendo en torno a él; la independencia de los Estados Unidos, la llegada, auge y caída de Napoleón Bonaparte, e infinidad de historias y asuntos que sucedieron a caballo del siglo XVIII y XIX.
Estamos hablando de uno de los grandes maestros, uno de los grandes compositores, Ludwig Van Beethoven. Esta noche nos intentaremos acercar a su vida – no somos grandes musicólogos, no conocemos mucho acerca de la música clásica, pero sí por lo menos nos acercaremos al personaje, intentaremos intuir cómo era, cómo sentía, cómo se enfadaba, cómo avanzaba en la soledad Ludwig Van Beethoven, y desde luego intentaremos enmarcarle en una época apasionante, entre 1770 y 1827; fue el tiempo que vivió Ludwig, cincuenta y seis años, esplendorosos por cierto, por que comenzó a trabajar bien pequeñín, bien pequeñín, su padre puso mucho empeño en… en ese asunto.
Hablaremos de él, y escucharemos sus músicas, de hecho, estarán sonando a lo largo de toda esta intervención. Prolífico autor, compuso cerca ó más de doscientos trabajos, entre ellos las nueve sinfonías famosas, y dejó… dejó bosquejos de lo que sería la décima sinfonía.
También treinta y dos sonatas, diecisiete cuartetos, infinidad de tríos, muchísimas canciones. Ludwig Van Beethoven, un genio de su tiempo, un genio de todos los tiempos. Vamos a empezar: mediados de 1770, en Bonn, Alemania, nace Ludwig.
Se llama como su abuelo. Es el segundo de tres hermanos, aunque otros cuatro ya habían muerto, antes y después de él. En el seno de una familia de clase, digamos media, media baja. Su madre, María Magdalena, era una renana alemana. Guapa, de rostro labrado, mirada profunda y seria. Dicen las vecinas que jamás vieron una sonrisa en su rostro. A los dieciséis años María Magdalena se había casado con un camarero de la corte, pero a los diecinueve había quedado viuda. Y fue cuando encontró a su marido, al que sería su segundo marido, y con él, inició una… una relación… pues… a veces feliz, a veces brumosa, pero siempre, siempre interesante, no faltaban novedades en el domicilio de los Beethoven. Aunque los Beethoven estaban en Alemania, viviendo en Alemania, en Bonn, el origen, ciertamente es flamenco.
Hay que decir que “Van” significa “De”. “Van” era un calificativo que utilizaban las personas flamencas, los residentes de… de Flandes, que vivían cerca de un río, cerca de… de una zona con… con agua. Por tanto, se supone que el origen de los Beethoven radica en Beetho, una aldea flamenca. Aunque nunca hemos visto influencias flamencas en la música de Beethoven, quizás por… por haber abandonado aquella zona, pues demasiado… con demasiada premura, los… los Beethoven, sí, el bisabuelo se dedicaba a negocietes, y lo cierto es que tuvo que huir de la zona, tuvo que huir de los Países Bajos, por que si no lo hubiesen metido en la cárcel. Tenía obras de arte, tenía telas, y eso sí, eso se pudo ver después en las… en las herencias de… de los Beethoven, que iban pasando de mano en mano. El abuelo ya era otra cosa, era un increíble músico, un fenomenal músico, estaba en la corte también, y se le conocía por su… por su maestría, incluso se le nombró en un momento “árbitro” para definir entre el juicio de… de músicos, ver si un músico era mejor que otro. Sí, sí, el viejo Ludwig estaba francamente considerado, quizás la primera imagen relacionada con la música que le llevó al joven Ludwig Van Beethoven fue sentado en el regazo de su abuelo y viendo cómo éste tocaba interpretar las piezas al piano. Tenía tres años, y ya se comenzaba a interesar por la música. Además de músico, el abuelo de Ludwig Van Beethoven era tenor, después bajo.
Tuvo… tuvo… tuvo cierta importancia en la corte en aquellos… en aquellos tiempos. El príncipe elector de… de Colonia le… le dio acomodo en… en su corte, y después se la daría también al… al joven Ludwig. Bueno, vamos a ver, vamos a ver aquí un… un asunto, por que, siempre se ha hablado de las… de las taras, siempre se ha hablado de… de las dificultades físicas de… de la familia, y si hemos hablado de esto relacionado con el alcoholismo de la abuela. La abuela era alcohólica, ciertamente. Se sabe de las póstulas de Ludwig, y en algunos otros retratos se pueden ver. Sí, dicen que… que el padre de Ludwig Van Beethoven heredó este alcoholismo, y de hecho, en un momento de… de su vida… pues… empieza a dejarse, empieza a frecuentar las tabernas, empieza a llegar a su casa con menos dinero, empieza a gastárselo. María Magdalena no lo puede soportar, y decide trabajar ella. El dinero que no le trae el marido lo… lo intenta aportar ella al hogar, y Ludwig Van Beethoven empieza a ver un ambiente enrarecido, empieza a notar que hay discusiones, que ya no se celebran con tanta alegría, aquellas celebraciones que… que tenía la familia Beethoven, cuando era el santo… era la onomástica de… de Magdalena, era el día más celebrado en… en la familia. Y todo se empieza a chispar, todo se empieza a venir abajo, el mundo familiar de Beethoven empieza a caer en picado. Aunque Johann, el padre de Ludwig, lo lleva a la corte, y ahí empieza, empieza a hacer incursiones, empieza a tocar, empieza a aprender.
Eso sí, con menos edad de la que tenía. Y me explico. Johann – como por aquel entonces estaba de moda lo de los niños promesa, lo de los niños lumbrera, Mozart (no olvidemos que tiene catorce años más que Ludwig Van Beethoven cuando éste nace) y claro, era… era la auténtica revelación – pues Ludwig tiene nueve años, pero el padre dice que tiene siete, y parece que eso gusta más entre los cortesanos. Le llevan al organista mayor de… de una iglesia y ahí comienza a tocar sus primeras notas, y llega su primer gran maestro, Niffe.
Niffe es uno de los grandes maestros de Beethoven, él siempre lo dijo. Incluso en una ocasión, que Niffe no podía… no podía estar en un concierto, pues el joven… el joven Ludwig Van Beethoven con tan sólo once años – ya había dado su primer concierto con ocho – pero con once años ya le… le sustituye, y por las notas que dejaron los que ya estaban, le sustituyó muy bien, francamente bien. Se empieza a hablar de Ludwig Van Beethoven, se empieza a hablar en la corte, en los círculos especializados musicales, se empieza a comentar del virtuosismo, de la maestría de aquel jovencito de Bonn.
Empezaba a gustar. Niffe hablaba muy bien, hablaba maravillas de su discípulo. Y en mil setecientos… en 1783, se habla de Ludwig Van Beethoven en una revista musical, en un magazín musical. Efectivamente, se habla de Ludwig, del joven Ludwig Van Beethoven como el gran sucesor de Mozart. Ahí es nada, el sucesor de Wolfgang Amadeus Mozart. Mozart comenta jocoso, irónico: “dejad, dejad que fantasee el jovencito, cuando madure ya será otra cosa”. Con veintidós años se traslada a Viena – esa horrible ciudad, como decía él – no le gustaba ni Viena ni sus gentes.
Siempre rechazó Viena, pero claro, el amparo de la nobleza era el único medio de vida, que por eventos les podían conocer los músicos, siempre, siempre tenían que buscar mecenazgos, siempre tenían que buscar ese cobijo económico que les podía permitir seguir trabajando. Hay un dato tremendo, cuando él cuenta veintiséis años, apenas veintiséis años, empieza a sufrir esa sordera, esa terrible sordera que le perseguiría a partir de entonces y durante ya los treinta últimos años de su vida. Ludwig Van Beethoven escribe de una forma frenética, irremediable. “Solamente le pido a Dios que me deje completar mi obra”. Tremendo solitario, la soledad le acompañó constantemente.
Falló en el amor. Él tenía su obra claramente descrita en su mente, pero a la hora de expresarla, a la hora de utilizar palabras, rara vez podía demostrar lo que pensaba su… su mente, su corazón era incapaz de lanzarse directamente a la aventura, a la conquista de una mujer, aunque en algunas quiso, Giulietta, Lanette, pero todas le dijeron que no. Ahora, por que estaban casadas, ahora por que no… no les apetecía mucho convivir con… con semejante compositor tan raro, tan distinto, tan diferente, únicamente faltaba decir: “tan genial”. Estamos en 1787.
Beethoven tiene dieciséis años. Dieciséis, diecisiete años. Volvemos un poquito atrás en nuestra historia, para recordar un buen momento en la historia de Ludwig Van Beethoven: el encuentro con Mozart. Es en Viena, y ahí, Mozart le da clases, muy buenas clases, por cierto. Estuvieron juntos un… un tiempo, muy poco la verdad, pero dicen… dicen que se llevaban bastante bien. También recibiría clases de Haydn, ó también, por ejemplo, de Antonio Salieri en algunas obras maestras italianas.
Lo cierto es que tuvo excelentes maestros además de Niffe, y supo aprovechar muy bien esas lecciones, esa teoría, aunque después él también podía dar muchas clases. Él, la verdad es que estaba muy convencido de lo que estaba haciendo, siempre habla de sus obras como grandes obras, obras maestras, y le falta el convencimiento sobre sus coetáneos, sobre sus… sus… sus vecinos, sus amigos, sus familiares. Saben apreciar bien lo que él está haciendo, él era consciente en todo momento de lo que estaba haciendo, él sabía que estaba creando, él sabía que estaba escribiendo la historia de la música. Estamos escuchando la sinfonía número uno.
Estupenda sinfonía, la primera… la primera que hizo. Y aquí vamos a hablar un poquito – luego… luego escucharemos un poco la… la tercera – pero aquí vamos a hablar del… del apasionamiento… apasionamiento inicial de Ludwig Van Beethoven por la figura de Napoleón Bonaparte. En 1798, Bernadotte, uno de los grandes generales de Bonaparte, sugiere a… a Beethoven la posibilidad de crear una… una sinfonía basada en la figura, basada en la personalidad de Napoleón Bonaparte. Y Ludwig Van Beethoven dice que sí, que hará esa sinfonía, por que ciertamente estaba interesadísimo en la evolución personal de Napoleón. Esa sinfonía sería la tercera, la tercera creada por Beethoven, y la llamó eso: “Bonaparte”. En 1804, cuando Bonaparte se eligió en emperador de todos los franceses, también este personaje se le vino abajo a Beethoven. Al principio, apasionado por el imperialismo francés, después, renegó de él, le criticó duramente, y cambió el nombre de su tercer sinfonía, ya no le llamó más “Bonaparte”, simplemente llamó a esa sinfonía “La Heroica”. Vendía y componía sus obras para el mejor postor.
Siempre tenía que dedicarlas a príncipes electores de Alemania, ó algunos de Austria, ó a los ingleses, que quizás – en mi modesta opinión – fueron los que mejor valoraron e interpretaron la obra de Beethoven. Los ingleses siempre apreciaron la calidad del trabajo de Beethoven, por eso, Beethoven admiraba a la nación inglesa, siempre profesó admiración hacia la nación inglesa, incluso en sus últimas horas fueron los ingleses los únicos que le mandaron ayuda material. Cuando muere el hermano de Beethoven, le encomiendan la tutoría de su hijo Carl, y Beethoven muestra felicidad.
Está contento, el hijo que nunca tuvo, quizás lo va a tener ahora, pero la madre de Carl, la madre de Carl le lleva a tribunales, y en los tribunales se decide que la tutoría sea de Beethoven, aunque meses más tarde, el jovencito Carl se escapa de la casa de Beethoven; no soporta a su tío, no lo aguanta, le odia incluso, y se vuelve con su madre. Van a tribunales, apela la madre, le devuelven la tutoría a la madre, después vuelven a apelar, le devuelven la tutoría a Beethoven, una constante. Estamos en el año 1816, y comienza quizás una de las fases más estériles en la vida de… de Beethoven, son unos meses ciertamente muy duros, muy duros, durísimos, todo está a punto de consumarse en 1826, cuando Carl está a punto de suicidarse, de hecho casi lo consigue. Al no conseguir este propósito, se alista al ejército. Un gran disparate, según piensa Ludwig Van Beethoven. Apenas tenía amigos, aunque escribió más de dos mil epístolas, más de dos mil cartas, no tenía casi dinero, eso sí, tenía siete acciones, siete valores de un banco, que venían a representar unos tres mil dólares, medio millón… cuatrocientas mil pesetas, que guardaba afanosamente, para dejarle algo de herencia a su sobrino Carl, por que aunque Carl lo odiaba, Ludwig Van Beethoven mostró un cariño tremendo por Carl – seguramente veía en él al hijo que nunca tuvo – y guardó esos siete valores.
Llegó incluso a pasar hambre. También era bastante locuelo, llegaba a una posada, pedía un montón de comida, luego no se la comía, no quería pagar, en fin, que no estaba muy bien visto por aquella sociedad vienesa. Se dio el caso, por que él siempre, la fama y el dinero, pues no… no… no… no lo utilizaba bien, lo guardaba en una bolsa y lo dejaba aparcado. La fama y el dinero no… no fueron nunca buenos compañeros de Ludwig Van Beethoven. En una ocasión, iba con… con un amigo, llegó a una casa de estas burguesas, bien puestas, esplendorosas, y la mujer, pues no tenía muchos conocimientos musicales. Atendió fenomenal al amigo, y como Ludwig iba un poco mal vestido, con un poquito de… de facha, un poquito… impresentable, pues esta señorona le sentó en el jardín y ahí le dio un vaso de… de vino, y ahí se quedó. Cuando llegó el marido y dijo la señora quién había llegado de visita, dijo: “¿Pero no sabes… no sabes a quién has tratado como a un sirviente? Nada más y nada menos que a Ludwig Van Beethoven”. Y la señora se quedó un poco estupefacta y dijo: “¿Quién?”. Sinfonías esplendorosas como “La Pastoral” ó la novena, y qué lástima, qué lástima que no nos terminara aquella décima sinfonía.
Como hemos dicho anteriormente, la gran memoria, la prodigiosa memoria de Beethoven hizo mucho, a pesar de la sordera, por que él tenía todos los movimientos, todas las variaciones, toda la música en… en su mente, en su cerebro. No le hacía falta escuchar, no le hacía falta oír, sabía perfectamente lo que quería, tenía sus planes perfectamente trazados. Y estaba bosquejando la décima, cuando le llegaron los últimos días, era el veintiséis de Marzo de 1827. Había sufrido una terrible enfermedad, los médicos le habían practicado dos drenajes, es decir, le habían agujereado el estómago para sacarle líquido. Los dolores eran horribles. Un año de mortificante enfermedad. También le habían tratado bastante mal esas enfermedades. Se cuenta que en cuatro semanas le llegaron a administrar setenta y dos botellas de medicina, ó lo que eso era en el siglo XIX. Algunos se preguntarán: “bueno, la abuela… la abuela era alcohólica, el padre también, ¿y Ludwig?”.
Ludwig no. Sí era buen conocedor del vino, le encantaba el vino del Rin, tan profundo conocedor, buen… buen conocedor del vino del Rin. También le gustaba el pescado, mucho, mucho, como a todos los genios, por cierto – el pescado debe ser la carga de fuerza por lo que hace que ahora los genios busquen el pescado – y la caza. Le gustaba mucho la… la caza. Todo… todo lo relacionado con… con la caza – puesto en la mesa a elegir, él no iba con la escopeta a cazar – pero la caza, el pescado y el vino eran sus grandes pasiones, prácticamente lo único que tomaba. Estaba en su lecho, en su lecho final, y pedía insistentemente una caja de vino del Rin.
Esa caja llegó el último día. Después de haber hecho su testamento por la mañana, estaba ya en la cama, y llegó esa caja de vino, y aquí tenemos las últimas palabras… las últimas palabras de Ludwig Van Beethoven. Dijo: “ Qué lástima… qué lástima… pero qué tarde llega…”
Deliciosa.
Estamos escuchando “La Pastoral”. También hay que recordar sus… sus sonatas “Claro de Luna”, ó “La Misa Solemne”. Maravillas, auténticas maravillas. Al caballo entre el clasicismo vienés y el romanticismo – el nuevo romanticismo germánico. De hecho, él fue el gran incursor, uno de los grandes creadores del romanticismo germánico. Ludwig Van Beethoven. Tenía cincuenta y seis años cuando murió, y Viena, que siempre le había dado la espalda, ó prácticamente le ha dado la espalda, sintió mucha rabia cuando llegaron esas cien libras esterlinas, cuando los ingleses ayudaron monetariamente para… para pagar el entierro y las últimas necesidades económicas de Ludwig Van Beethoven, los vieneses sintieron mucha rabia, y dijeron: “Queremos enterrarlo nosotros” y lo enterraron. Jamás se ha conocido comitiva fúnebre en aquella época, con más de veinte mil personas, ni los grandes emperadores austriacos consiguieron aglutinar tanta gente, veinte mil personas asistieron al entierro de Ludwig Van Beethoven, veinte mil. Y dicen las malas lenguas, dicen que un personaje anónimo pagó mil florines al enterrador para que extrajera la cabeza de Ludwig Van Beethoven y la depositara en algún sitio determinado. Nunca sabremos si eso se produjo, aunque sospechamos que si, no podemos afirmarlo, no está contestado. Pero alguien por lo visto, ofreció mil florines por la cabeza de Ludwig Van Beethoven. Y con la novena sinfonía nos despedimos.
Doscientos trabajos, treinta y dos sonatas, diecisiete cuartetos, nueve sinfonías – casi me atrevería a decir diez, diez sinfonías. Ludwig Van Beethoven, uno de los personajes claves para la música de todos los tiempos. El siglo XIX bebió de él – y el XX también, qué caramba – imagino que los nuevos autores, los nuevos compositores, cuando empiecen a traernos sus trabajos en el siglo XXI, también tendrán presente la obra del gran Ludwig Van Beethoven.